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Canción protesta

Publicado: 2020-11-16

Cuando se trata de alzar nuestra voz de protesta, la música siempre puede ser una vía de expresión.

Quise escribir estas líneas días atrás, antes de que el asesinato de dos muchachos por parte de la Policía nos resignificara todo, absolutamente todo. Incluso ahora, la desaparición de jóvenes protestantes es seguida con suma atención y conmueve saber que se está vigilante ante ello; no es posible que alguien salga a marchar por un ideal y no regrese a casa. El momento que estamos viviendo como país debe hacernos pensar en muchas cosas: es innegable que pasamos por una crisis social y de institucionalidad, agravada por la presencia de personajes e intereses que poco tienen en común con el reto de ser cada vez una mejor sociedad, abierta, inclusiva y democrática. Entonces, es deber hacer sentir nuestro malestar y empezar a enrumbar un cambio desde múltiples formas. Y, aunque parezca desacertado dada la coyuntura, podemos considerar a la música como una de ellas. 

Desde siempre, la música en el Perú se ha permitido reflejar el sentir de la gente y la realidad de un momento histórico. La esclavitud de la población afrodescendiente ha sido largamente denunciada, la diferencia de clases ha estado presente en el cancionero criollo, los abusos han sido tema en buena parte del repertorio andino; hablamos de artistas como Nicomedes Santa Cruz, Felipe Pinglo o Pastorita Huaracina, que llevaron su función musical más allá de la sola entretención para hacer de ella una forma de reflexión. Así también, la movida subterránea (con Leusemia, Narcosis, María T-Ta, Guerrilla Urbana y más) fue el espejo de una sociedad harta de la falta de representación, entre gobiernos populistas y el ascenso terrorista: la inconformidad hecha cultura. Ya hacia la década de los 90, la dictadura, el populismo y la corrupción galopante en que se sumía el país, fueron el contexto en el que bandas como Dmente Común, Radio Criminal, La Sarita, G3, entre otras, hicieron de la música un acto de protesta en sí mismo, siendo la voz de más de una generación que veía cómo los delincuentes se cargaban en peso al país. A su país.

Y hoy, 2020, no es mucho lo que ha cambiado. En la coyuntura que vivimos actualmente (con pseudolíderes políticos de espaldas a la realidad), la música es un gran vehículo de representación; y ya no se trata solo de las canciones por sí mismas y lo que estas puedan llegar a decir/transmitir, sino de la acción efectiva que tienen los artistas. Ver a Bareto, Eme, Pelo Madueño o Daniel F uniéndose a las marchas; a Gala Brie, Wendy Sulca, Alejandro y María Laura, Danitse o La Lá, usando sus redes para comunicar los puntos de concentración o información de cuidado para los marchantes. La renuncia de Susana Baca a la Comisión Consultiva Nacional de Cultura. La cancelación de actividades como los talleres por el Mes del Músico en Zumo Colaboratorio Cultural; o del ciclo de conciertos Desde La Noche, con bandas como Tourista, Gaia o Los Outsaiders. El compromiso de tiendas como El Grito, repartiendo afiches alusivos a las manifestaciones de forma gratuita. La reactivación del colectivo Músicos Contra la Corrupción, con un comunicado impecable –disponible en Change.org– y que ahora más que nunca puede ser un eje articulador de acciones.

La música peruana se pronuncia, marcha y grita con la gente. No se puede ser tibio ante una realidad innegable, y el poder de unidad que se puede transmitir es infinito. Sea desde canciones, la masificación en redes, la presencia en manifestaciones o la unión colectiva; los músicos del país están sentando una posición.

Ya lo traía a colación curadores.pe en Instagram, recordando a José Carlos Mariátegui: «El artista que no siente las agitaciones, las inquietudes, las ansias de su pueblo y de su época, es un artista de sensibilidad mediocre, de comprensión anémica.» Es un momento histórico en que necesitamos decir las cosas, en que no se puede callar más. Y la música no puede faltar.

Entonces: que sigan las marchas, que siga el ejercicio ciudadano de los derechos, que siga intacta la indignación, que siga esta generación joven luchando por su país y sobrepasando los temores. Que se encuentre a los desaparecidos. Que siga la música. Y que el Perú sea, finalmente, ese país en que podamos vivir en real libertad.

 


Escrito por

Roberto Renzo

Lima, 1992. Cantante de causas perdidas | https://linktr.ee/robertorenzo


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En estéreo

Roberto Renzo. Más allá de las canciones, la música tiene mucho para decirnos.