#ElPerúQueQueremos

Nuestras canciones

Publicado: 2021-08-26

¿Podemos conocer más de nosotros mismos a través de la música? Si hiciéramos un repaso por las canciones que nos han marcado, ¿qué encontraríamos?

La música nos ayuda, a muchos, a encarar nuestro día a día. Solemos usarla para acompañarnos, para bailar, para animarnos, para comunicarnos con nuestro entorno. Y en esa misma línea, hay mucha música que se inscribe en ciertos momentos de nuestra vida y que se hace perdurable en el tiempo: pueden pasar muchos años de algún evento en particular (un enamoramiento, alguna actividad, la llegada o la partida de alguien, un sentir), pero cuando escuchamos esa canción, dicho recuerdo estará inevitablemente frente a nosotros para (re)conocernos.

Es verdad que hay muchas personas que, aun gustando y disfrutando de la música, no tienen este tipo de asociaciones, llevando una especie de distancia en la que no relacionan las canciones que en determinada circunstancia estén escuchando frente a la naturaleza misma de esos instantes. Para otros, sin embargo, son justamente esos momentos en donde las canciones nos pueden acompañar, validar lo que sentimos, otorgarnos un modo de expresión con el cual vernos identificados. Que, vamos, es uno de los puntos máximos en la música: la identificación.

Podría mencionar un montón de episodios que, para mí o para muchos de ustedes, resultan clave. El inicio de una relación, por ejemplo, y las expectativas que se instalan en ella. Canciones que me conectaban con sensaciones hermosas, muy nuevas, muy inocentes, dándoles un carácter fuera de lo cotidiano: escuchen “Mi elemento” o “Turn me on”, entenderán de lo que hablo. De igual manera, también el rompimiento, ese proceso doloroso que solo se entiende después, pero que adquiría mil significados cuando me ponía los audífonos con esos mismos temas, o desentrañando otras ideas incluso desde lugares muy alejados entre sí (“La canción de Sibyl Vane” o “Nunca quise”), pero que, con su propia mirada, le daban forma a esos momentos y a lo que sea que estuviera pasando por mi mente.

Del mismo modo, las complicaciones en la salud de mi padre fueron un episodio fuerte y encontraba soporte en un montón de canciones que parecían haber sido escritas para mí, incluso cuando sus mensajes resultaran opuestos (o quizás por eso). Me recuerdo escuchando “No te dejes desanimar” o “Adiós a las cosas”: asimilando un mensaje positivo y renovador, a la vez que otro de un clima más bien denso. Y eso era yo en dichos momentos, totalmente representado y sensibilizado por dos caras totalmente diferentes. Validando que, de hecho, podía estar bien sentirse así y que sería una etapa que tendría que terminar, como efectivamente sucedió. Al final, todo cobra un sentido, pero el proceso hasta llegar a eso puede ser altamente tortuoso.

También están, por supuesto, los temas que uno adopta como emblemas, que despiertan algo en nosotros casi como si nos conocieran de vidas pasadas, o en un punto muy íntimo que quizás ni terminamos/terminemos de entender. No me gusta hablar de himnos, pero creo que no tengo alternativa: canciones que se sienten y se cantan desde las entrañas mismas. Me sucede escuchando “Al lado del camino”, “Todos me miran”, “Cuando sea grande” o “Como si fueras a morir mañana”: hay algo en ellas que, claramente, me sobrepasa, y que activa un nervio muy particular. Es difícil de explicar.

De forma similar ocurre con otros temas que, en mi caso, me fueron acompañando mientras descubría y comprendía que el mundo es más grande de lo que creemos, y que existen realidades en las que están en juego toda una vida. Que existen el machismo y la homofobia, pero también quienes las pelean cantando. “Paren de matarnos”, “Antipatriarca”, “Antorchas”, “Marinos”; solo algunos ejemplos que te pueden cambiar la perspectiva de todo, y de verdad.

Y así, cada quien podría hacer su propio recuento de situaciones y de música; de canciones que estuvieron ahí, justo cuando se necesitaba. Que nos recuerdan lo que pasamos, de dónde venimos, cómo transitamos. Y que ahora, al volver a escucharlas, nos permiten un espacio valioso de reflexión y de encuentro con nosotros mismos: una oportunidad que tendríamos que tomarnos más a menudo.

Todas las cosas que nos suceden, que nos hacen felices, que nos entristecen, que nos permiten meditar, cambiar el rumbo o tomar decisiones, están también validadas y acompañadas por lo que escuchamos: son nuestras canciones. Por eso, es genial reconocer cómo la música nos ayuda a darle forma a nuestra experiencia de vida. Recordar que una canción no es solamente un conjunto de notas dispuesto sobre una partitura (menos aún, un número en un mar estadístico), sino la posibilidad de encontrarnos allí reflejados, expuestos. Y quién sabe, descubrir algo sobre nosotros mismos que acaso no conocíamos, pero que siempre estuvo.


Escrito por

Roberto Renzo

Lima, 1992. Cantante de causas perdidas | https://linktr.ee/robertorenzo


Publicado en

En estéreo

Roberto Renzo. Más allá de las canciones, la música tiene mucho para decirnos.