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Covers, prejuicios y la necesidad de hacer música

Publicado: 2022-04-27

Hablar de los músicos que hacen covers es entrar en territorio hostil, incluso de marginación; en mayor medida, por juicios preestablecidos acerca de qué está bien y qué está mal en la música —si acaso eso existiera—. Pero deberíamos ver más allá y considerar toda expresión musical auténtica y representativa, y sobre eso hay que manifestarse.

En nuestro país, no son pocos los músicos dedicados a realizar covers. Forman parte de una escena (mayormente independiente y autogestionada) que busca expresarse, y que se encuentra en una constante cuesta arriba por hacerse notar. Y suelen ser, sin embargo, artistas mal considerados, ninguneados y despreciados, tanto por el público como por colegas. Relegados a un papel secundario, dejados de lado.

Los motivos de ello suelen recaer en dos puntos principales (no los únicos, pero tal vez los más escuchados):

          1. «Quienes hacen covers son músicos sin creatividad, que prefieren valerse de una obra ya consolidada antes que arriesgarse por una propia»

          2. «Los intérpretes de covers le quitan oportunidad (espacios, difusión, dinero) a quienes empiezan a gestar su propio material»

Ideas que, además de inexactas, alientan el menosprecio y la división en una escena que lo que más requiere es unidad.

Entremos, entonces, en estos dos puntos para encontrar respuestas que nos permitan dejar atrás los prejuicios y simplemente disfrutar la música.

Fuente: FACEBOOK de Amplitud

«Quienes hacen covers son músicos sin creatividad, que prefieren valerse de una obra ya consolidada antes que arriesgarse por una propia»

¿Podemos definir, exactamente, qué es la creatividad? ¿Se puede ser realmente objetivo en este punto cuando hablamos de arte? Por otro lado, ¿solo quien realiza algo nuevo es realmente creativo, y no puede serlo aquel que trabaja sobre una obra ajena? Incluso desentrañando un poco las interrogantes: ¿qué es lo nuevo? Si buscamos referencias en cualquier expresión musical, encontraremos lenguajes que ya fueron abordados —en menor o mayor medida— por otros artistas, en otros contextos y bajo otras formas

En cualquier caso, no habría necesidad de caer en etiquetas para obtener una definición total de creatividad, que es —finalmente— un objetivo intrascendente. Deberíamos decir también que, para la música, la creatividad es un ingrediente más y que lo realmente sustancial es la necesidad de transmitir algo (pensemos en las primeras expresiones musicales o los conjuntos mayormente percutivos, por ejemplo, donde el foco está puesto en lo rítmico —y, por consecuencia, sensorial— antes que en la búsqueda de una novedad). En tal sentido, no es importante si lo creado es obra de alguien más, sino que resulta tan poderoso y representativo que puede ser expresado por quien sea.

Por otra parte, ¿por qué retar a un músico a tener un material propio?, ¿qué se supone que debe demostrar con eso? La música es un espacio de libertad, y existe la posibilidad de que un artista no quiera o no pueda construir una obra propia. Y, realmente, no es eso lo que lo califica: es la honestidad de lo busca expresar. La carne, el hueso. ¿O un intérprete de música clásica no es un “músico competente” por ejecutar las obras de otros?

Inclusive aquellos músicos dedicados a tributar a otros artistas: caracterizados, imitando vestimenta, estilos de canto y hasta instrumentos y puesta en escena. No me gustan, realmente, pero: ¿puedo, acaso, negarle al imitador de Axl Rose (o de quien fuera) el éxtasis de ser quien quiere ser arriba del escenario?

Por supuesto, habrá también quienes aprovechan la más fácil aceptación de una obra ya consolidada solo para lucrar (bajo la única mirada del negocio), pero comportamientos así hay en todos lados —dentro y fuera de la música— y sería arbitrario adjudicarlos, en ella, únicamente a quienes interpretan covers. Lo realmente justo sería dedicarse a disfrutar y sentir la música, no se necesita más.

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«Los intérpretes de covers le quitan oportunidad (espacios, difusión, dinero) a quienes empiezan a gestar su propio material»

En este punto, sería importante empezar a deslindar responsabilidades. El hecho de que haya pocos espacios realmente dedicados a conciertos, de que los medios de comunicación no asuman un rol para difundir nuevas propuestas, o de que la escena musical siga siendo un ente más bien frágil; no es responsabilidad cerradamente de los músicos (ni de quienes hacen covers ni de los que tienen su propio material). Las cosas en su lugar: los actores públicos y privados tienen un trabajo que realizar, pero no son actualmente el soporte necesario para ayudar a crear un ecosistema eficiente e inclusivo.

Del mismo modo, y en paralelo, el público debe ser parte de una cadena positiva que permita el crecimiento escalonado de las nuevas propuestas: comprar los discos, ir a los conciertos, difundir en redes, aprovechar el streaming al máximo. Parece poco (y tal vez lo sea), pero es así como estos artistas pueden empezar a consolidarse y captar la atención de un público cada vez mayor. Hacer girar el círculo.

Habría, entonces que dejar de pensar en los músicos como productos (no tienen por qué serlo: la misión de buscar expresarse es ya bastante compromiso, independientemente de si se trata de obras propias o ajenas) y exijamos fórmulas donde deben plantearse: el rol que deben asumir los sectores público y privado para acompañar el emprendimiento artístico, y el papel crucial del público en la consolidación de figuras emergentes. Así, no solo tendríamos espacios (físicos, de difusión y económicos) lo suficientemente representativos para todas las propuestas, sino que ayudaríamos a desterrar de una vez por todas esa absurda dicotomía entre músicos (“los buenos vs. los malos”) que lo único que consigue es debilitar las bases de una ya endeble escena musical que no debería estar luchando eternamente por subsistir.

Mirémonos en el espejo de los países de la región y adoptemos políticas públicas, iniciativas privadas, esfuerzos colectivos para, en conjunto, llevar esto adelante. Es tarea compartida.

FOTO: NORA LEZANO

Explicando la masividad de las propuestas de covers en nuestra escena, ¿existe, entonces, una crisis de creatividad en la música? El concepto de creatividad sigue siendo tan subjetivo, pero, finalmente: ¿con qué autoridad podríamos determinar lo que se supone que es “bueno” y lo que no, más allá de pareceres que son —siempre y por su naturaleza— personales?

Sea como fuere, de existir tal crisis creativa, los músicos dedicados a realizar covers no tendrían por qué cargar con tal peso: de hecho, se trataría de un problema mucho más grande de analizar en tanto que no estaría instalado únicamente en la música sino, de manera transversal, en cada uno de los escenarios de nuestras sociedades. Una tarea compleja por abordar y que, digámoslo: no tiene cómo caber en los acordes de ninguna canción.

Permitamos que todas las expresiones musicales crezcan, que hagan eco en el sentir de más personas, en las colectividades urgidas de representación o en los deseos personales por satisfacer. La música primero, siempre.


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- Imagen principal: Nora Lezano.

- Una primera versión de este texto apareció en la web del colectivo No Música.


Escrito por

Roberto Renzo

Lima, 1992. Cantante de causas perdidas | https://linktr.ee/robertorenzo


Publicado en

En estéreo

Roberto Renzo. Más allá de las canciones, la música tiene mucho para decirnos.