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Inédito, póstumo

Publicado: 2022-07-01

Es cada vez más numerosa la publicación de material inédito de músicos fallecidos: shows, maquetas, colaboraciones, remezclas; un universo amplísimo frente a nosotros. Ante lo inevitable, ¿a qué ideas nos enfrentamos?, ¿cómo se escucha a un artista que ya no decide por su obra?

Prince en una grabación con el piano de su estudio casero en Minnesota, las canciones de Amy Winehouse como remixes y lados B, el inicio de la gira de Gustavo Cerati presentando su álbum “Fuerza Natural”, Chris Cornell cantando un tema de Guns N’ Roses. Y podríamos seguir: muchísimos ejemplos de material inédito lanzado de manera póstuma. Un ejercicio que deviene encrucijada; preguntas sin respuesta (o, peor: con demasiadas y contradictorias respuestas) que, muchas veces, me ubican lejos de una posición clara y de cualquier tipo de certeza.

Por un lado, por supuesto, es interesante acceder a la obra no editada de artistas que, lamentablemente, no están más. Temas no publicados, demos, registros en vivo: todo resulta un caudal de información, un acercamiento que seguro de otro modo no se tendría, y que en muchos casos llega casi sin esperarlo. Resulta inevitable sentirse atraído por esto: presenciar la revelación de un secreto, volver a sentir viva una voz. Pero está también la duda. ¿Con qué derecho es que puedo ingresar así a la intimidad de un músico? ¿Por qué tengo acceso a producción que, en su momento, no fue completada o autorizada? ¿Por qué una maqueta, una canción inédita o una remasterización llegan con la misma vía libre con la que llegan los temas que ese mismo artista lanzara en vida y de forma voluntaria? ¿Cuál es la línea que separa nuestro interés legítimo como escuchas, de la idoneidad de publicación de tal o cual material?

No voy a negar lo innegable: he disfrutado de mucha de esta música. Me ha emocionado escuchar a Spinetta en los discos inéditos publicados por su familia (grabaciones en estudio y conciertos), y he vuelto a ese espíritu salvaje llamado Prince con los varios lanzamientos luego de fallecido; trabajos que de otra forma acaso se hubieran perdido. Pero hay algo extraño también… o un sentido de la intromisión, si se quiere. Es decir: amo a Spinetta, Prince me cautiva; pero, ¿debería estar escuchando estas canciones? Si ellos ya no pueden tomar decisiones acerca de su obra, ¿por qué otros —y, en consecuencia, yo también— sí podrían?, ¿bajo qué amparo? ¿O soy yo que me estoy poniendo demasiado estricto/purista/idealista/tonto, y que lo único realmente importante es lo que nos hace sentir la música?

Foto: Steven Weeks

Un factor interesante a considerar aquí son los alcances de los derechos que las discográficas y entorno tienen respecto de la obra (incluso) inédita. En este punto, si esta es creación del músico, ¿por qué un tercero podría tomar decisiones artísticas y de publicación sobre tal material? Otra gran interrogante que queda abierta, pendiente de resolución. En muchos casos, escenarios legales y contratos en los que priman las ventas, antes que la consideración por la obra artística como concepto.

En tal sentido, podemos detenernos en algunos detalles que quizás algunos consideren menores, pero que no lo son pues forman parte de la hechura de aquella obra: la pertinencia de un arreglo determinado en un tema, la elección y el orden de las canciones en la edición, el título del álbum, el proceso de mezcla, el diseño gráfico. ¿No son estas, acaso, decisiones concernientes al artista? ¿No es bajo su nombre que todo aquel universo conforma una unidad y un sentido?

Vayamos a un caso extremo, pero cierto: en 2010 se editó “Michael”, álbum póstumo de Michael Jackson, lanzado por Epic Records / Sony Music y promocionado como una colección de temas inéditos del músico, pero que tiene canciones interpretadas por un imitador (una treta develada años más tarde, desde luego). ¿Es así como se homenajea a un artista? ¿O es que el instinto del negocio es más fuerte? Los hechos, lamentablemente, parecen indicar que, en algunos casos, hay mucho de usufructo y aprovechamiento en la publicación de este tipo de material y, más bien, poco o nada de sincero reconocimiento. Que, incluso más allá de lo que se pueda cuestionar como idóneo (materia subjetiva), ni siquiera hay nobleza en el actuar.

Y como si fuera poca confusión ya, hay un tipo de contenido que empezó a tomar fuerza años atrás, y que acaso evidencia —más— el costado moral de este mismo dilema: los hologramas. Las figuras de Tupac Shakur, Roy Orbison, Buddy Holly o Whitney Houston, han sido mostradas como un gran avance tecnológico, así como homenaje merecido y regalo emotivo para los fans. Pero, ¿es legítimo usar la imagen de una persona que no tiene cómo dictaminar su consentimiento? O yendo a una cuestión más de fondo, ¿es que la imagen de un artista ya fallecido se convierte casi en propiedad de la industria y puede ser utilizada, incluso para lucrar?

Son demasiadas cosas por discutir, demasiadas preguntas. Se dice que el artista se debe a su público, pero, ¿quién se debe al artista?

Foto: Leo Wieling

He disfrutado de mucha música inédita publicada de forma póstuma: no son solo las canciones, sino también la posibilidad de volver a escuchar esa voz. Pero hay algo que siento que no se maneja de la mejor manera (en quienes editan/comercializan, y también en nosotros como público). En muchos casos, puede haber un manejo respetuoso del material; en otros, la vileza se hace más que evidente. Pero, en cualquier instancia, no deja de ser un eterno debate sin certezas, algo que tendría que obligarnos a ver un poco más allá de nuestra comodidad.


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Foto principal: Giorgio Trovato


Escrito por

Roberto Renzo

Lima, 1992. Cantante de causas perdidas | https://linktr.ee/robertorenzo


Publicado en

En estéreo

Roberto Renzo. Más allá de las canciones, la música tiene mucho para decirnos.