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La violencia permitida

Publicado: 2023-08-10

El nocivo discurso de la superioridad, esgrimido al amparo de la violencia sexual.

Que este texto funcione como una breve (necesaria) muestra de por qué los temas de género deben ser abordados por las sociedades. En los colegios, en los centros de trabajo, en las políticas públicas. En la música.

Habría que reparar en lo peligroso de usar el sexo (y el abuso sexual, más específicamente) como arma de dominación o superioridad. Banaliza una realidad compleja y dolorosa; refuerza la cultura violentista en la que vivimos y que, como grupo humano, tendríamos que combatir. Aunque en el arte es difícil establecer límites, ello no debería eximirnos de un juicio crítico (y contemporáneo) basado en la misión elemental de ser algo mejor que ayer. No es mucho más que eso.

Pienso en Residente. Me parece un artista talentoso, con miradas valiosas desde lo personal tanto como desde lo social; muchas de sus canciones dan cuenta de ello. Pero, acaso, alguien también preso de esa tradición confrontacional tan propia del hip hop, sea en tiraderas o en el formato tradicional de canción. Enfrentamientos en los cuales el yo es superior, moral y físicamente, dueño de la verdad de las cosas; contra un otro que es la imagen de la falsedad, del ridículo. Si ya puede resultar un tanto extraño dedicar todo un texto a denostar de alguien (exaltando, por supuesto, la propia figura individual), la pregunta es ¿por qué se tematiza aquello a través de algo tan delicado como el abuso sexual?

Leer esto sin el ropaje de los beats puede ayudar a entender la profundidad de lo que hablamos:

→ Tirarte a ti es como abusar de un inválido.

→ De todos los terremotos yo soy el epicentro porque después de cuatro años todavía la tienes adentro.

→ El Resi rima con la A, hoy tu papá te comerá y la raja te la dejará más abierta que el Canal de Panamá (...) sigue con la O, te cogió, te clavó, te folló, te garchó en efecto dominó.

→ Y por estar abusando de ti, animal, ahora me busca PETA.

→ Soy (...) el dolor que no pudo curar el doctor, un abusador de raperos, como un pastor predicador cuando abusa de un menor.

→ Porque el Residente se propasa mal con estos niños como los que se violaba Michael Jackson en su casa.

→ Estoy confundido con esta chama, en una línea me tira y en la otra me baja la bragueta y me la mama.

→ Por mí, sigue rezando; no soy ateo porque creo en la partida de culo que te estoy dando.

→ Hoy va a aumentar la población porque les voy a dar hasta que se rompa el condón.

Es cierto que la cultura marca ciertos patrones, conductas, lenguajes. Se dirá que el hip hop es así, que es una de sus formas de expresarse: radical, al filo, desprejuiciado. El desafío no estaría en cancelar (o, peor: negar) dichas expresiones, sino en cuestionarlas e intentar entender porqués. ¿O es que tenemos tan arraigada la idea de violencia (también sexual) que no podemos detenernos unos minutos a pensarlo?

Por otro lado, es también cierto que los artistas encarnan personajes. Que lo que dicen las letras no es necesariamente un reflejo de lo que sienten o piensan. Entiendo perfectamente eso, aunque cueste admitir dicha teoría cuando hay toda una cultura base detrás que valida estas manifestaciones. En el mejor de los casos, se trataría de la incapacidad de comprender que, incluso en la ficción y sin tener un contexto, hay líneas que son peligrosas y no se cruzan.

(En otro de sus temas, Residente es ofensivo incluso con poblaciones de capacidades diferentes, como si fuera necesario aumentar la cuota de desprecio: A los raperitos baladistas hiphoperos elitistas los tengo cabeceando como niños autistas (...) mis rimas son Síndrome de Down, son anormales).

La empatía debe ir un paso más allá de la crudeza de la realidad

Ojalá habláramos únicamente de vulgaridad, o de frases polémicas. El problema es que EL PROBLEMA no se acaba con la duración de las canciones. El resultado de esto es la banalización de una realidad trágica, como la violencia sexual. El peligroso discurso que avala y celebra el abuso bajo la máscara de una mal entendida superioridad. La violencia permitida. La que eterniza conflictos en una sociedad ya harta de llorar a sus vejados, a sus muertos.

Podemos empezar a cuestionar lo que escuchamos. A leer entre líneas. Porque estamos admitiendo, en las canciones, una violencia que nos indigna en la vida real. Porque nos indigna, ¿verdad?


Escrito por

Roberto Renzo

Lima, 1992. Cantante de causas perdidas | https://linktr.ee/robertorenzo


Publicado en

En estéreo

Roberto Renzo. Más allá de las canciones, la música tiene mucho para decirnos.