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Un álbum: Madre en años luz

Publicado: 2024-02-12

La dicotomía orgánico/moderno puede plantearnos muchas cuestiones si buscamos profundizar en conceptos, pero son pocas las veces en que un conjunto de canciones puede brindarnos una mirada particular sobre esto.

En 1984, Luis Alberto Spinetta encara el que sería el último proyecto con su banda Spinetta Jade: el disco "Madre en años luz". Se trata, en primer término, de un álbum de contrastes: se involucra de lleno en la tecnología con la programación de baterías y el uso de una guitarra-sintetizador MIDI, y el sonido deja los matices del jazz para virar drásticamente al pop; y, sin embargo, es uno de los trabajos de Spinetta en que más se sostiene una mirada enfocada en el ser humano, su relación con el entorno que lo rodea, la preocupación en el porvenir y la salvaguardia de la identidad.

"Madre en años luz" aborda, entonces, una temática en la que intenta rescatarse lo primigenio de la naturaleza del hombre (la preservación, el sentir, la autenticidad), pero tomando como contraste un lenguaje artístico fuertemente ligado a la modernidad. Esta idea se evidencia no solo en el contenido musical, sino que se plasma ya desde el propio título del trabajo (¿qué es lo que nos ampararía en un futuro?) e incluso en el diseño gráfico, en el que se aprecia a dos niños —tapa y contratapa— rodeados de símbolos o frente a seres de características extrañas (el imaginario popular de mitad de los ochenta sobre lo futurista), pero incluyendo las letras de los temas y los créditos escritos a mano en el insert del vinilo, mostrando la fricción como punto de partida.

El álbum abre con "Camafeo" y aquella frase inicial («se traspapelará la historia») que establece el contexto: hay una circunstancia que nos está despersonalizando. Es una mirada crítica, pero en clave pop porque no se trata de rechazar la modernidad sino de hacerla parte de una única entidad, fundirse con ella. En "Este es el hombre de hielo", por ejemplo, la temática se hace aún más clara: un personaje así es inevitablemente de nuestra materialidad, pero se encuentra perdido en un mundo donde lo natural parece ya anacrónico, deprimiéndose mirando un noticiero por televisión y sabiendo que aquel no es su entorno ideal; su presencia se delata fuera de fase, ajena a un mundo al que ya no pertenece. Y con su arreglo mínimo e inquietante, "¿No ves que ya no somos chiquitos?" extiende el concepto, pues se ha perdido toda inocencia y ya se es parte de un conjunto de cosas que no se termina realmente de conocer. Por supuesto que queremos integrarnos —hemos perseguido siempre un ideal de progreso—, pero no a costa de alejarnos de nosotros mismos hasta hacernos irreconocibles.

Ante ello, la respuesta de Spinetta es la búsqueda constante del amar, siempre lo fue. Pero no de un amar usualmente romantizado o ligado expresamente a las relaciones sentimentales, sino como cumplimiento de un ideal de vida y como significado de algo inherente a nuestra naturaleza. "Entonces es como dar amor" y "Amarilla flor" (con sus imágenes urbanas), "Ludmila" (en su inusual compás de 5/8) y "Enero del último día" (postal en tiempos de dictadura) abordan en su lírica dicha urgencia —la entrega indiscutible— como postura humana y primigenia dentro de un mundo extraño en que se lucha por no dejar de ser uno mismo. Las formas del amar —en pareja, sensorial, dramático, político— son diversas, pero apuntan a un mismo fin.

"Mula alma" (compuesto por el Mono Fontana, tecladista de la banda) es el único tema instrumental del trabajo y es en el que conviven claramente los dos mundos ya expuestos (¿acaso porque la música sea, aun sin palabras y en todo sentido, el lugar donde todo se puede resolver?) Se trata de una chacarera (género folclórico argentino), pero interpretada a mitad de los ochenta (suenan sintetizadores como el Yamaha DX7 o el Oberheim OB-X), con una sonoridad que extiende el sentido planteado: la diferencia va a existir y habrá que convivir con ella, pero sigamos siendo nosotros mismos pese a todo. Aquella idea se termina de cerrar con "Diganlé", donde la fricción se evidencia en el territorio del lenguaje (el diástole rioplatense del título, la dualidad montaña/city, las alusiones a lo primario —mamut— y a lo moderno —data, laser—) y se sostiene que, incluso ante lo adverso o mediante otros códigos, siempre quedará nuestra identidad: «la data de la madre final se seguirá imprimiendo en un banco de niebla».

Presentación del álbum en el Luna Park, 10-05-1985. Foto: Pablo Torchia.

"Madre en años luz" transmite la tensión de un cambio no solo de época, sino de visión de las cosas: muchos pensamientos cambian cuando nuestra cotidianidad es alterada. Y es interesante ver cómo aquello puede desplegarse entre canciones, detalles y guiños, dentro de los 36 minutos de un álbum. Y cómo, finalmente, se evidencia también en la música del propio Spinetta: su vuelvo hacia el pop (luego de haber transitado el rock clásico y el jazz rock) se consolida y le abre nuevos panoramas, pero su esencia no cambia... quizás, hasta se fortalece.

La respuesta ante el desafío de la modernidad (de toda modernidad) no es negarla, sino recibirla y aceptarla desde la autenticidad, rescatando toda mirada humana, resignificando su valor ante todo. El disco es eso, una toma de posición ante dicha fricción.


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Imagen de portada: Mercado Libre.


Escrito por

Roberto Renzo

Lima, 1992. Cantante de causas perdidas | https://linktr.ee/robertorenzo


Publicado en

En estéreo

Roberto Renzo. Más allá de las canciones, la música tiene mucho para decirnos.