Cuando una parte de nuestra sociedad va en retroceso, hay música que nos permite entender que el camino es hacia adelante.

En mi país (un extraño lugar llamado Perú), un decreto supremo calificó como personas con enfermedad ("trastornos mentales") a la población transgénero, apelando a un manual desfasado y ya sin reconocimiento vigente para su Plan Esencial de Aseguramiento en Salud (PEAS). La adopción de dicho manual para definir supuestas patologías (utilizando terminología obsoleta como "transexualismo" o "transvestismo de rol dual") funciona como un ejemplo clarísimo del tipo de sociedad que somos: hipócrita, hiriente, discriminatoria.

Pero hay música. Hay canciones que nos recuerdan que el camino es hacia adelante. Y hacia adentro. Porque es necesario conectar con lo que sientes para poder amplificarlo.

Canciones que tienen un poder: pequeños artilugios que descubren mundos. Mundos diversos, pero iguales. Donde no importa cómo sientes lo que sientes, ni cómo amas lo que amas. Donde eso está bien. O qué otros ritmos quieres bailar.

Realmente creo que no hay mucho que precisar sobre esto, las palabras pueden sobrar. Que la música lo ocupe todo.