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Un álbum: Circo Beat

Publicado: 2024-08-25

Volver la mirada atrás puede ser particularmente difícil cuando se está en la cumbre, pero quizá sea la única salida para no perder la autenticidad.

Ciudad de Rosario, Argentina, 1974. En el 681 de la calle Balcarce, un chico coge el bastón de su padre mientras gira un vinilo en el tocadiscos de casa. Se mira al espejo, acomoda el bastón como si de una guitarra se tratara y hace un solo que es aplaudido por su público imaginario.

Veinte años después, ya en Buenos Aires y pese a tener los reflectores puestos en él como uno de los músicos más populares de su país, ese mismo chico llamado Fito Páez edita uno de sus álbumes más introspectivos: una vuelta al barrio llena de luces y sombras.

Hacia 1994, la carrera de Fito Páez no paraba de crecer: su álbum "El amor después del amor" (1992) había resultado un éxito de crítica y ventas, y la gira de presentación se había extendido casi por un año con llenos totales, colocándolo en la cima de una popularidad absoluta. Sumado a ello, su discográfica esperaba la edición de un trabajo con nuevas canciones, igual o más exitoso que su predecesor, presionándolo con dosis iguales de elegancia y artimañas. Pero había algo en eso que se tornaba extraño, que empezaba a salirse de control: aquella mirada en el artista como únicamente un entretenedor, una máquina destinada a producir. Esa forma de pensar al músico que ha existido siempre, y que siempre ha terminado aniquilándolo. Fito lo sabía, desde luego.

Su respuesta, entonces, debía tomar el rumbo opuesto, apostar por la personalización, por ver dentro de sí mismo y del camino transitado; la clásica pregunta del quién soy en medio de la vorágine. Ello, sin embargo, lo enfrentaba ante respuestas inesperadas: su vida ya no era la misma, es cierto, pero su pasado tampoco. Su antigua casa era ahora un consultorio médico, los cines se habían vuelto centro comerciales, la inocencia resultaba un bien perdido, ¿y entonces? Pues había que contarlo, establecer una visión de eso. En sus palabras: «darle un espacio virtual a mi barrio, a mi casa, a mi familia, a los bares, a la música que yo escuchaba de chico. Toda esa fantasmagoría y todo ese mundo lisérgico que, a la vez, convivía dentro de una austeridad muy grande.»

"Circo Beat" (1994) es esa respuesta, y es un disco complejo, pero muy directo a la vez. Porque en ese universo, el adolescente ensimismado en su cotidianidad se potencia con los estímulos del mundo de afuera (un bestiario de referencias insólitas: Beatles, el folclore, la tradición del rock argentino; Woody Allen, Kubrick; Frida Kahlo, Dalí. Todo perfectamente representado también en el concepto gráfico del álbum, a cargo de Stvdio Gatti). Aquel rejunte fabrica el escenario ideal para la visión del mundo que Fito necesita contar: un circo en el que todos somos payasos, acróbatas, trapecistas.

Las canciones funciona como una estructura narrativa: la presentación grandilocuente de la temática general del disco ("Circo Beat"), la retrospectiva sobre Rosario y el siempre incierto ejercicio de crecer ("Mariposa tecknicolor", "Normal 1", "Lo que el viento nunca se llevó"). Están presentes también el imaginario popular en historias de exorcismos y sadomasoquismo ("Las tardes del sol, las noches del agua", "Nadie detiene al amor en un lugar"), y las inevitables referencias pop conectadas al pasado ("Tema de Piluso", "Si Disney despertase"). La evocación de la dicotomía amor/desamor ("She's mine", "El jardín donde vuelan los mares"), y su nueva y extrañada realidad luego de un camino tan largo como sinuoso ("Soy un hippie", "Dejarlas partir"); para, finalmente, aligerarse de carga y concluir que todo, como la vida misma, es también ilusión ("Nada del mundo real"), el universo del circo acaba cuando se apagan las luces y la vida es lo que es. Cuando todos aquellos personajes/atracciones se sientan en una mesa, prenden un cigarro y cuentan las monedas del día. Y volver a empezar.

El disco narra, así, los dos polos: el mundo cerrado de su infancia y las películas de Disney, el bombo legüero que tocaba en la escuela y el descubrimiento de la libertad con La Máquina de Hacer Pájaros. Su casa adornada de helechos y aquel público de ficción al otro lado del espejo. Y, sin embargo, no se trata en absoluto de un ejercicio de nostalgia. Moldea, más bien, dichos recuerdos y los hace parte de este nuevo imaginario: el circo más sexy, más alto y más tonto del mundo. Se funda una realidad inusual, vibrante, compleja pero acorde a su contexto. Utiliza una situación y la transforma de manera radical. Es la salida del arte: mira al futuro, no puede esconderse en el pasado. Es como si en algún momento, algo lo hubiera puesto en jaque entre quedarse en una eterna evocación de lo que —se sabe— no volverá, o entregarse a esa realidad que es donde están sucediendo efectivamente las cosas. Es esto último lo que ocurre, pero a través de una búsqueda personal y estética que permite al artista no perder su identidad, no dejarse llevar por la marea. «Todo lo que hemos hecho fue para quebrar» canta Fito en el álbum, y funciona como un buen resumen: había que girar el timón para tomar el control sobre el viaje. Esa sola idea lo dice todo.

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Luego de tanta exposición, luces, cámaras y expectativas, era necesario frenar un poco y detenerse a mirar el camino. Pero hay un punto de quiebre cuando se decide crear un mundo personalísimo y a la vez universal para describir ese trance. Contar en qué consiste el circo requiere ser el payaso, pero también poder mirarlo desde afuera. "Circo Beat" es ese ejercicio artístico, con rayos y culebras, y la necesidad de no perderse


Escrito por

Roberto Renzo

Lima, 1992. Cantante de causas perdidas | https://linktr.ee/robertorenzo


Publicado en

En estéreo

Roberto Renzo. Más allá de las canciones, la música tiene mucho para decirnos.