Spinetta
Una forma de estar en el mundo más allá de la música.
Hay artistas que se expanden de las fronteras de una partitura o de la armonía; artistas para los que el formato canción resulta casi una excusa o un puente hacia algo más grande: un trascender del mensaje que se ofrece.
Uno de mis músicos favoritos es Luis Alberto Spinetta. Y su obra no se circunscribe únicamente a lo frondoso de su discografía, ni a la originalidad de sus acordes imposibles. Esa obra trasciende dichos moldes y se vuelva hacia una visión integral: en Spinetta, tan importante como las canciones es la forma de estar en el mundo.
Hay dos grandes tópicos en esta postura: la defensa de la expresión artística por encima de cualquier imposición de mercado, y el uso del ser músico como una herramienta basada en ideales.

Para Spinetta, la expresión del arte no se encuentra solo en los temas que contiene un álbum, sino en la forma en que su ser artista es ofrecido al público. Desde detalles aparentemente inconexos como lo visual: el dibujo del hombre atribulado en la tapa del primer LP de Almendra (dibujo que tuvo que ser rehecho ante la ¿pérdida? del original por parte de la discográfica que prefería el prototipo de foto de banda para la portada); la deformidad del empaque del LP "Artaud" (la necesidad de romper con las estructuras). La idea de que un disco no es solo un conjunto de canciones sino un concepto total que abarca múltiples dimensiones de comunicación.
Y una expresión del arte que, por momento, las compañías discográficas lograron violentar. El recorte arbitrario de compases en canciones al ser publicadas en CD ("La bengala perdida", "Oboi"), o directamente la exclusión de pistas (en la primera edición en CD del álbum "La la la", grabado con Fito Paéz, se omitió el tema "Hay otra canción" —por cierto, el único escrito en conjunto— por sobrepasar la duración total). La alteración u omisión de información técnica en las reediciones de los discos de Pescado Rabioso o Invisible de mitad de los 90, o la publicación de discos sin ningún tipo de autorización (titularon un álbum como "Spinetta-Aznar" para simular que se trataba de un trabajo conjunto con Pedro Aznar, cuando no era más que una recopilación inconsulta y caprichosa). La negativa a editar el primer disco de Spinetta y los Socios del Desierto por tratarse de un volumen doble y con temas ya estrenados en vivo. Decisiones de negocio que se inmiscuyen en el terreno artístico, sobrepasando límites elementales.
Spinetta nada contra la corriente. Ya lo había hecho en 1973, con el manifiesto "Rock: música dura, la suicidada por la sociedad" (ubica al rock como «el impulso natural de dilucidar a través de una liberación total los conocimientos profundos a los cuales, dada la represión, el hombre cualquiera no tiene acceso»). En 1996, referente a la no edición de su proyecto con los Socios del Desierto, publica un comunicado llamado "El disco y el tiempo", en el cual hace referencia a todo ese andamiaje comercial que atenta contra los artistas. Dicho texto cierra con una clave para entender lo que realmente le mueve: «Es cierto que nunca me esforcé tan directamente para hacer pública una declaración como esta; pero es mi obligación como padre la de advertir, a todos los pibes que hacen buena música, de las trampas que les esperan y alentar en ellos el valor que necesitarán para sortearlas. La polución y la contaminación de este planeta no es solo aquello que afecta a los ecosistemas, también es lo que late en los cerebros envenenados que restringen la creatividad, solo para ambicionar aún mayor poder.»

Para muchos, el lenguaje musical de Spinetta es casi infranqueable; entre una musicalidad compleja y una lírica intricada, es verdad que cuesta a veces seguirle el paso. Sin embargo, hay en esa postura una fidelidad inclaudicable.
Durante la dictadura militar en Argentina, hubo quienes le reclamaban una supuesta ausencia de compromiso social. Se esperaban letras que conectasen de forma más directa con la gente (teniendo como contraparte a Charly García o León Gieco), pero había algo incluso en ese hermetismo que mostraba una posición. Porque entonces, ¿qué fueron "Las golondrinas de Plaza de Mayo", "Jaguar herido", "El hombre dirigente", "Resumen porteño"? ¿O "La eternidad imaginaria", "Alma de diamante", "Quedándote o yéndote"? ¿Acaso no fueron temas que simbolizaron el terror y la miseria de la dictadura, por un lado; y que intentaron mostrar un camino y una esperanza, por el otro? ¿Y no es el permanecer fiel a tu lenguaje una manera de comprometerte con el público, con aquellos que reciben tus canciones? El mensaje es que el arte no transa, pero no solo con una línea política, sino con las formas que los demás esperan de uno.
Esa fidelidad traspasa el contexto musical y Spinetta usó su papel para poner en la mirada de los demás distintas aristas de lo que significa vivir en sociedad. Ya había dicho que «nada de lo que hacemos tiene sentido si no es realmente una liberación global de la gente. Nadie puede sentirse bien mientras a su lado se le pudran todas las cosas, entonces de nada vale mi revolución de hacerme el hippie o de ser supuestamente una estrella de rock o algo así, si la gente está empobrecida o vive una vida miserable o está constipada por las degeneraciones del poder.»
Eso puede verse en su adhesión a causas como el reclamo de los maestros por salarios justos en su país, en un evento llamado MaestRock (1997); o Conduciendo a Conciencia (2006), una iniciativa —surgida a raíz de un accidente vehicular donde murieron estudiante del colegio Ecos— que busca incluir la educación vial en las escuelas del país. U otras ocasiones en las que, solo con su guitarra y sin grandilocuencia, ofrecía algunas canciones a fin de recaudar fondos para organizaciones benéficas.
Entonces el ser músico decanta casi en una excusa para enaltecer ideales. El saber que, más allá de esas canciones, existe la necesidad de ser uno con su entorno, y que en el mundo real, un artista no tiene más laureles que cualquiera (que quizás, por el contrario, debe usar su poder de llegada para defender lo correcto) y que no es únicamente un entretenedor: «Entre la ideología reconciliatoria del hippismo y la enfermedad del hiperaburrimiento de la juventud actual, me quedo con una especie de hippie guerrero del futuro, por cuya cabeza solo pasa un equilibrado balance de amor a la vida, sentido común para entender la tragedia de la existencia y una visión muy respetuosa, por no decir devota, de la estructura de la naturaleza, de la que solo es como un genoma entre toda la serie.»

Por eso, Spinetta es uno de mis artistas favoritos en el mundo. Porque su arte va más allá de las canciones y, de alguna manera (un tanto romántica y lejos de fanatismos), me hace pensar que hay ideales y posturas en la vida que merecen el viaje. Y eso resulta harto valioso en un mundo que tira siempre para abajo.
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